2.04.2009

Si un linyera que pide limosna en la calle me viera en este momento estaría orgulloso de no tener mi putrefacto estado. Así es, un linyera que tal vez hace días que no se baña está mejor que yo. Estoy cansadísima, acalorada, con toda la transpiración habida y por haber sobre mí, con dolor de cabeza, de espalda, de cuello, y hasta creo que tengo fiebre. Si hubiera tenido que elegir qué hacer en todo el día hubiera elegido quedarme en cama y que veinte negros me abaniquen el cuerpo. Aprovecho para disculparme por no escribir nada en estos últimos días (incluyendo este porque este texto no es nada interesante). Porque además probablemente, muera en el próximo intento de conectar dos neuronas. Así que, damas y caballeros, hasta acá llegué. Adiós mundo cruel, ya nunca te veré!
No! ¿De verdad creían que se iban a librar tan fácil de mí? Me gusta exagerar mi estado vegetal. Ahora, lamento haberlos ilusionado con mi elegante muerte. Pero me despido hasta el próximo texto que esperemos que sea mejor que el que me encuentro escribiendo.
Soledad, una confidente vagabunda reventada.

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